lunes, 9 de junio de 2014

Revolución francesa






Considerada como uno de los eventos históricos más importantes de la Humanidad, la Revolución Francesa es a tal punto importante que ha servido para diferenciar dos épocas: la moderna de la contemporánea. Con ella, se cierra un período en el cual las grandes monarquías y los reyes absolutos tenían todo el poder para dar comienzo a una era en la que las sociedades occidentales comenzaron a construir su futuro a partir de la mayor democratización política.

La Revolución Francesa significó el quiebre del Antiguo Régimen, régimen en el cual la mayor parte de los países occidentales (salvo las Trece Colonias, posteriormente Estados Unidos) vivían bajo el yugo y el dominio de monarquías más o menos efectivas que daban todo el poder al monarca y poco o nulo poder al pueblo. Justamente, debido a un sinfín de causas entre las que debemos mencionar económicas (como la alta inflación, el aumento del pan, las malas cosechas), políticas (el escaso acceso a la participación política de los grupos no privilegiados como burgueses y campesinos), sociales (desigualdad jurídica y de privilegios) y culturales (la aparición de nuevas ideas filosóficas basadas en el Iluminismo), Francia fue en 1789 el escenario apropiado para el estallido de una violenta y muy profunda revolución que tendría por objetivo ampliar los derechos de aquellos que se encontraban desatendidos por el poder real.
Sin embargo, para muchos la Revolución Francesa no pretendió cambios sociales profundos si no que, al ser llevada a cabo por sectores burgueses, intentó mantener un status quo de la situación del campesinado una vez que se hubo logrado el principal objetivo político: derrocar a la monarquía. Es a partir de esto que gran parte de los países occidentales, incluyendo en esto a América, encontrarán en formas de gobierno más democráticas la solución a sus deseos. De todos modos, estas primeras democracias no serían universales si no que mantendrían en el poder a los grupos burgueses que, además, se verían enriquecidos por el establecimiento de grandes libertades económicas ante la consolidación del capitalismo y la desaparición de las trabas que el poder real podía poner al progreso individual.

EMANCIPACIONES DE LAS COLONIAS HISPANAS EN AMERICA. 


Ya para 1815 se había creado la república de argentina y meses después bolívar desembarcaba en Venezuela. Las corrientes del nacionalismo también se hicieron sentir en América. No fue solamente la invasión napoleónica a España el motivo que impulso a los americanos a declararse en rebeldía contra el dominio europeo.

Desde el siglo XVIII las corrientes intelectuales de la ilustración y las ideas emanadas de la Revolución Norteamericana y francesa, animaron a las colonias hispanas. Las ideas se propagaron rápidamente, se escribe sobre los derechos de los indios, de los criollos y mestizos. La conciencia de sus derechos hace de los criollos el grupo de mayor sensibilidad frente a los problemas de la mala administración y de la explotación económica por parte de la corona.

Surgen brotes de rebeldía en el Paraguay, Perú con la revuelta de Tupac Amarú y en Nueva Granada, todos estos movimientos preparan el camino a la independencia.

Hubo varios dirigentes entre los cuales se destacaron figuras como Simón Bolívar, José de san Martín, José Gervasio Artigas, Manuel Belgrano, Miguel Hidalgo, José María Morales y otros que hicieron gala de su férrea voluntad para legarnos un mundo libre. En América del sur movimientos de independencia se organizaron en torno a los virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata.

La independencia de América del Sur logró gracias a la acción militar del general José de San Martín, Bernardo de O´Higgins, Simón Bolívar, José Antonio Páez y José de Sucre.

MÉXICO: El movimiento revolucionario en México, diferentes al resto de América. Mientras que en América del Sur fue la clase alta la que se levantó en defensa de los intereses de Fernando VII, en nueva España (México), los indios, encabezados por el Cura Hidalgo quienes el 15 de septiembre con el “grito de dolores” se lanzaron a la revolución, llevando como bandera un estandarte de la Virgen de Guadalupe. Una verdadera muchedumbre de campesinos se le unía.

Hidalgo en vez de aprovechar este triunfo y penetrar en la ciudad de México, retornó a Valladolid, fue derrotado finalmente por brigadier Félix María Calleja. Hidalgo fue ejecutado en Crihuahua, en julio de 1811.

Las campañas continuaron en diferentes puntos sin dominar un territorio definido. Fue una lucha en forma de guerrillas, de encuentros frecuentes y sorpresivos, hasta que fue declinando. En 1817 cuando el guerrillero español Francisco Javier de Mina, llegó a México y levantó un pequeño ejército que en repetidos ocasiones obtuvo algunas victorias. Al ser vencido solo uno que otro foco se mantenía en las montañas del sur, en esta forma finalizó la etapa revolucionaria en México.

Podemos señalar al movimiento mexicano es el carácter político ideológico que motivo la independencia definitiva. El coronel Agustín de Iturbide ambicioso del poder aprovecho la circunstancia pactó con los rebeldes liberales para declarar la

Independencia. Vicente Guerrero r Iturbide proclamaron en Iguala, el plan de las Tres Garantías, se satisfacían las aspiraciones de los tres bandos.

La independencia de México influyó en la de Centro América el 15 de septiembre de 1821 declararon la independencia de América Central. El 5 de enero de 1822, Guatemala, los países Centro Americanos acordaron formar la república Federal Centroamericana (1824) libertad para cada estado. Fue su primer presidente Manuel José Arce.

LA INQUISICIÓN




Fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares existentes en Europa desde el siglo XII (véase el artículo Inquisición), especialmente en la fundada en Francia en el año 1184. La Inquisición española estaba bajo el control directo de la monarquía. No se abolió definitivamente hasta 1834, durante el reinado de Isabel II. Pero su abolición fue aprobada en las cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta.
La Inquisición, como tribunal eclesiástico, sólo tenía competencia sobre cristianos bautizados. Durante la mayor parte de su historia, sin embargo, al no existir en España ni en sus territorios dependientes libertad de cultos, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los súbditos del rey de España.
Precedentes
La institución inquisitorial no es una creación española. Fue creada por medio de la bula papal Ad arboleda, emitida a finales del siglo XII por el papa Lucio III como un instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de Francia. Existieron tribunales de la Inquisición pontificia en varios reinos cristianos europeos durante la Edad Media. En la Corona de Aragón operó un tribunal de la Inquisición pontificia establecido por dictamen de los estatutos Excommunicamus del papa Gregorio IX en 1232 durante la época de la herejía albigense; su principal representante fue Raimundo de Peñafort. Con el tiempo, su importancia se fue diluyendo, y a mediados del siglo XV era una institución casi olvidada, aunque legalmente vigente.
En Castilla no hubo nunca tribunal de la Inquisición Pontificia. Los encargados de vigilar y castigar los delitos de fe eran los diferentes obispados, por medio de la Inquisición episcopal. Sin embargo, durante la Edad Media en Castilla se prestó poca atención a las herejías.
Contexto
Pedro Berruguete: Santo Domingo presidiendo un auto de fe (1475). Las representaciones artísticas normalmente muestran tortura y la quema en la hoguera durante el auto de fe.
Gran parte de la Península Ibérica había sido dominada por los árabes, y las regiones del sur, particularmente los territorios del antiguo Reino nazarí de Granada, tenían una gran población musulmana. Hasta 1492, Granada permaneció bajo dominio árabe. Las grandes ciudades, en especial Sevilla y Valladolid, en Castilla, y Barcelona en la Corona de Aragón, tenían grandes poblaciones de judíos, que habitaban en las llamadas «juderías».
Durante la Edad Media, se había producido una coexistencia relativamente pacífica —aunque no exenta de incidentes— entre cristianos, judíos y musulmanes, en los reinos peninsulares. Había una larga tradición de servicio a la Corona de Aragón por parte de judíos. El padre de Fernando, Juan II de Aragón, nombró a Abiathar Crescas, judío, astrónomo de la corte. Los judíos ocupaban muchos puestos importantes, tanto religiosos como políticos. Castilla incluso tenía un rabino no oficial, un judío practicante.
No obstante, a finales del siglo XIV hubo en algunos lugares de España una ola de antisemitismo, alentada por la predicación de Ferrán Martínez, archidiácono de Écija. Fueron especialmente cruentos los pogromos de junio de 1391: en Sevilla fueron asesinados cientos de judíos, y se destruyó por completo la aljama,[1] y en otras ciudades, como Córdoba, Valencia o Barcelona, las víctimas fueron igualmente muy elevadas.
Una de las consecuencias de estos disturbios fue la conversión masiva de judíos. Antes de esta fecha, los conversos eran escasos y apenas tenían relevancia social. Desde el siglo XV puede hablarse de los judeoconversos, también llamados «cristianos nuevos», como un nuevo grupo social, visto con recelo tanto por judíos como por cristianos. Convirtiéndose, los judíos no solamente escapaban a eventuales persecuciones, sino que lograban acceder a numerosos oficios y puestos que les estaban siendo prohibidos por normas de nuevo cuño, que aplicaban severas restricciones a los judíos. Fueron muchos los conversos que alcanzaron una importante posición en la España del siglo XV. Conversos eran, entre muchos otros, los médicos Andrés Laguna y Francisco López Villalobos, médico de la corte de Fernando el Católico; los escritores Juan del Enzina, Juan de Mena, Diego de
Valera y Alfonso de Palencia y los banqueros Luis de Santángel y Gabriel Sánchez, que financiaron el viaje de Cristóbal Colón. Los conversos —no sin oposición— llegaron a escalar también puestos relevantes en la jerarquía eclesiástica, convirtiéndose a veces en severos detractores del judaísmo.[3] Incluso algunos fueron ennoblecidos, y en el siglo XVI varios opúsculos pretendían demostrar que casi todos los nobles de España tenían ascendencia judía.[4] La revuelta de Pedro Sarmiento (Toledo, 1449) tuvo como principal elemento movilizador el recelo de los cristianos viejos hacia los cristianos nuevos, sustanciado en los estatutos de limpieza de sangre que se extendieron por multitud de instituciones, prohibiéndoles su acceso.